martes, 29 de abril de 2008

La llamada

Eduardo Waisman. Madrid, 8 de Abril de 2008

El teléfono sonó con vehemencia. En un solo movimiento miré el reloj y contesté la llamada. Eran las dos y veinte de la mañana. No me asusté mucho, estaba demasiado dormido y todavía en la neblina del sueño que ya no recordaba. Una voz que conocía de algún lado me decía en español:
-Eduardo, sos vos, te habla Julio
-Julio, ¿qué Julio?
-Julio Cortazar
No atiné a contestar, se hizo un silencio,
-Si habla Eduardo, ¿me hablás de París?
- No, desde que estoy muerto siempre en Buenos Aires, lo de París fue como lo del tango, para poder hacerme conocer
- ¿Te puedo llamar Julio?
- Si dale pibe, después de todo yo te traté directamente por tu nombre
-Bueno, es diferente, yo soy un físico menor de Buenos Aires que vive en Madrid y un ínfimo tallerista de escritura creativa que trata de no plagiar de forma abierta a los tipos como vos, los que de verdad escriben, ché
- De paso te digo Julio que estuve re-leyendo tu novela “Los Premios”, no que sea importante para vos, ya que la deben haber leído muchos millones mas de paparulos como yo
- Escuchame Eduardo, te llamo porque me enteré por Graciela que no leíste “Rayuela” y desde ayer me anda molestando esta omisión imperdonable, no que cambie mucho el destino de la humanidad si lo leés o no, pero viejo, ¿cómo puede ser?
- Mirá Julio, cada vez entiendo menos, ¿cómo puede ser importante para vos, famoso, muerto y todo, si yo leí tu “Rayuela”?, tendría que ser tan insignificante como una paja más en un quilombo
A esta altura mis pulsaciones debían estar al nivel de partido de futbol jugado con ganas. A lo que se agregaba una mezcla de extrañeza y familiaridad que no entendía. La pronunciación de las erres y la voz, que ahora recordaba había escuchado 35 años atrás en un reportaje de televisión a Cortazar no admitía duda. Pero, no podía ser, ¿estaría yo ya muerto y en el purgatorio de los malos lectores que se empeñan en escribir algunas líneas por si por puta casualidad eso los transformara en escritores?
La voz en el teléfono me volvió a la conversación
-No importa porqué, tenés que leerlo, es un “must do”
-Che pero porqué encima de todo me lo chamuyás en inglés, se que es un “must do”. Lo tengo en casa y miro la tapa, lo hojeó, leo dos líneas y lo dejo, hace ya de esto unos 40 años. ¿Pero podrías perdonarme, no? Leí “Los Premios” dos veces. No concibo como un libro ya publicado pudo cambiar tanto en estos años. ¿Vos hablaste con alguien para que me lo cambiara y me hiciera sentir como un boludo con Alzheimer?
-Yo no hablé con nadie, ¿estás seguro que leíste mi libro “Los Premios” las dos veces de la que hablás?
- No, no estoy seguro de nada. Dejame contarte, ya que te tengo en el teléfono y dios sabe si volveremos a hablar, que tu libro, o tus dos libros, es decir el de antes y el de ahora, fueron muy importante para mí. Y ya que conocés a Graciela, debés conocer a Marieta. Este hecho debería ser suficiente para que Marieta lo lea. Digo esto aplicando el carácter transitivo de la importancia literaria: si un libro es importante para mí, y yo soy importante de alguna forma para Marieta, el libro debería ser importante para ella.
- No, no me contestes Julio, ya se que estoy divagando. ¿Pero que querés que te diga a estas horas? Muchas veces soñé con la idea de sentarme a tomar vino con vos, sin soda, sabés, aunque vos creo que una vez dijiste, quizá para hacerte el piola, que “el problema del vino francés es que no se corta bien con soda”, o algo así. No se que te hubiera dicho, sobre todo si empezabas con tus erudiciones incomprensibles al estilo Persio, tu personaje, ¿o es al revés?, ¿Persio es el autor y vos sos su personaje?
-Bueno dejate de pavadas Eduardo, se está haciendo tarde, sobre todo para vos porqué yo estoy en hora Buenos Aires, y contame porqué “mis dos libros Los Premios” fueron tan importantes para vos, puede que si tu historia es buena te perdone, o te deje a vos que te perdones, por lo de “Rayuela”
- Mirá Julio, el primer libro lo leí hace ya más de treinta años. Creí que era una alegoría de la Argentina y no le di mucha bola a tus personajes. Para mi fue una corroboración de que nuestro país era un absurdo a la deriva gobernado por chantas autocráticos escondidos en reglas oscuras, amparados por la estupidez de la mayoría. En el segundo libro, que terminé hace una semana, me vi en más de uno de tus personajes. Especialmente en el tránsito desde venir de la mersada, como el Pelusa, y tratar de ser como, digamos, Medrano. Para ser Persio no me da. Me vi en tu libro cruzando en edad y clase sin nunca salir de la tribu, unida por el absurdo de un acuerdo lingüístico y algunos tangos, y quizás, y no lo digo para que me perdonés, algunos libros como los tuyos, que hacen que no seamos solo un montón de vacas rodeadas de gente vociferante y de mal gusto.
- Bueno te voy a colgar. Tengo muchos otros llamados para hacer. Un saludo a los de tu taller
-Chau Julio
Chau Julio, chau Julio, estas dos palabras rebotaron y rebotaron en el dormitorio. Eran ya las 3 de la mañana hora Madrid, apenas las 10 de la noche en Buenos Aires, donde hace ya 30 años que no vivo. Julio estaría buscando una pizzería para cenar, me dormí de vuelta con la promesa de siempre: “mañana empiezo Rayuela”

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